Biografía de Pitágoras
Pitágoras nace en el
570 a. C. proveniente del Asia menor (Isla de Samos). Luego más tarde
se traslada a Crotona al ser desterrado por Polícrates de Samos.
Se le atribuyen varios viajes a oriente, entre otros a Persia, donde hubo de
conocer al mago Zaratás, es decir, a Zoroastro o Zaratustra. De los egipcios
heredó la Geometría y el arte de la adivinación; de los fenicios aprendió la aritmética
y el cálculo; y de los caldeos la investigación de los astros. Además obtuvo
una formación y disciplina de los sacerdotes egipcios. Dentro de la comunidad
que él fundó (pitagóricos), se le atribuían todas la investigaciones
realizadas.
Del Pitagorismo al Neopitagorismo
Los pitagóricos se establecieron en una
serie de ciudades de la Italia continental y de Sicilia, y luego pasaron también a la Grecia
propia. Formaron una liga o secta, y se sometían a una gran cantidad de
extrañas normas y prohibiciones; no comían carne ni habas, ni podían usar
vestido de lana, ni recoger lo que se había caído, ni atizar el fuego con un
hierro, etc. Resulta difícil comprender el sentido de estas normas, si es que
tenían alguno. Algunos comentaristas tardíos como San Hipólito del siglo III refieren que
los adeptos se distinguían entre sí como novicios o iniciados. Los primeros
solo podían escuchar y callar (exotéricos y acústicos) mientras que los
segundos (esotéricos o matemáticos) podían hablar y expresar lo que pensaban
acerca de las cuestiones científicas de las que se ocupaba la escuela.
La liga pitagórica tenía una tendencia
contraria a la aristocracia; pero
acabó por formar una e intervenir en política. Como consecuencia de esto, se
produjo una violenta reacción democrática en Crotona, y los pitagóricos fueron perseguidos,
muchos de ellos muertos, y su casa incendiada. El fundador logró salvarse, y
murió, según se dice, poco después. Más tarde alcanzaron los pitagóricos un
nuevo florecimiento, llamado el neopitagorismo, basándose en aplicar la mente
a los resultados dados por los conocimientos pitagóricos.
Pero más que esto interesa el sentido
de la liga pitagórica como tal. Constituía propiamente una escuela (en griego escuela significa ocio).
Esta escuela está definida por un modo de vivir de sus miembros, gentes
emigradas, expatriadas; forasteros, en suma.
Según el ejemplo de los juegos
olímpicos, hablaban los pitagóricos de tres modos de vida: el de los que van a
comprar y vender, el de los que corren en el estadio y el de los espectadores
que se limitan a ver. Así viven los pitagóricos, forasteros curiosos de la
Magna Grecia, como espectadores. Es lo que se llama el bios teoretiós,
la vida teorética o contemplativa.
La dificultad para esta vida es el cuerpo,
con sus necesidades, que sujetan al hombre.
Es menester liberarse de
esas necesidades. El cuerpo es una tumba (soma sema), dicen los
pitagóricos. Hay que superarlo, pero sin perderlo. Para esto es necesario un
estado previo del alma, que es el entusiasmo (no debemos pensar lo que
actualmente pensamos por entusiasmo, sino que debemos remitirnos al término en
griego: ἐνθουσιαζόντoς; este término quiere decir estar lleno de Dios, poseído,
pero no en un sentido peyorativo, sino que simplemente la persona presta su ser
para que el dios, generalmente las musas, hablen por medio de él). Aquí aparece
la conexión con los órficos y sus ritos, fundados en la manía (locura) y en la
orgía.
La escuela pitagórica utiliza estos ritos y los transforma. Así se llega
a una vida suficiente, teorética, no ligada a las necesidades del cuerpo, un
modo de vivir divino.
El hombre que llega a esto es el sabio, el sophós (parece
que la palabra filosofía o amor a la sabiduría, más modesta que sofía, surgió
por primera vez de los círculos pitagóricos).
El perfecto sophós es al mismo
tiempo el perfecto ciudadano; por esto el pitagorismo crea una aristocracia y
acaba por intervenir en política.
Los pitagóricos seguían una dieta vegetariana1 a la que llamaban por aquel
entonces dieta pitagórica.